miércoles, 7 de noviembre de 2012

Golpead Donde Más Pueda Dañar

Este texto es algo antiguo aunque no por eso deja de ser interesante para el debate...

Golpead Donde Más Pueda Dañar


Por Ted Kaczynski


La finalidad de este artículo

La finalidad de este artículo es mostrar y subrayar un sencillísimo principio que atañe a la lucha y al conflicto humano, un principio que los opositores al sistema tecnológico-industrial (tecno-industrial) parecen descuidar. El principio en cuestión es que en toda forma de lucha y conflicto, si se quiere vencer, es necesario golpear al adversario allí donde más le pueda dañar.

Es necesario precisar que cuando hablo de “golpear dónde más pueda dañar”, no me refiero necesariamente a los golpes físicos o a cualquier otra forma de violencia física. Por ejemplo, en los debates, “golpear donde más pueda dañar” significa llevar la discusión y la confrontación a aquellos argumentos en los cuales vuestros adversarios son más vulnera-bles. En las elecciones presidenciales, “golpear donde más pueda dañar” significa golpear al adversario en aquellos estados que detenta mayor número de votos electorales. Sin embargo, al discutir este principio utilizaré la analogía con el combate físico, puesto que ésta es clara e intensa.

Si un hombre os da un puñetazo, no os podeis defender eficazmente golpeando su puño, dado que no lograréis herirlo actuando de este modo. Para vencer el combate, debéis golpearlo donde más daño se le pueda hacer. Esto significa que es necesario esquivar el puño y golpear en las partes sensibles y vulnerables del cuerpo del adversario.

Supongamos que un buldózer de una empresa encargada de la tala de árboles y del transporte de los troncos está arrasando los bosques vecinos a vuestra casa y tenéis la intención de pararlo. La pala del buldózer es la que desgarra la tierra y abate los árboles, a pesar de ello sería una pérdida de tiempo emprenderla a mazazos contra la pala. Solamente después de haber golpeado repetidamente la pala con una maza durante un día ente-ro, se conseguiría dañarla lo suficiente como para inutilizarla. Pero, en comparación con el resto del buldózer, la pala es relativamente barata y fácil de sustituir. La pala es solamente el “puño” con el cual el buldózer golpea la tierra. Para derrotarlo es necesario evitar el “puño” y atacar las partes vitales del buldózer. El motor, por ejemplo, puede ser estropeado y destruido en poquísimo tiempo y de varias maneras casi sin esfuerzo, como bien saben muchos radicales.

En este punto debo aclarar que no es mi intención sugerir a nadie que destruya o dañe un buldózer (a menos que no sea de su propiedad). Ni nada en este artículo debe ser interpretado como un consejo para cualquier tipo de acciones ilegales. Yo soy un prisionero, y si animara a acciones ilegales en este artículo no lograría nunca el permiso para salir fuera de la prisión. Utilizo la analogía del buldózer solamente porque es clara y evidente y será valorada justamente por los radicales.

El objetivo es la tecnología

Es ampliamente reconocido que “la variable de base que determina el proceso histórico contemporáneo viene dada por el desarrollo tecnológico” (Celso Furtado). La tecnología es, sobre todo, la responsable de las con-diciones actuales del mundo y controlará y determinará su desarrollo futuro. Por consiguiente, el “buldózer” que debemos destruir es la propia tecnología en sí. Muchos radicales son conscientes de ello, y por tanto comprenden que su cometido es el de eliminar integramente el sistema tecno-industrial. Pero desafortunadamente prestan poca atención a la exigencia de golpear el sistema donde más pueda dañarle.

Destrozar un McDonald’s o un Starbuck’s es inútil. No es que me im-porte en absoluto McDonald’s o Starbuck’s. No me preocupa nada si al-guien lo destroza o no. Sin embargo no la considero una acción revolucionaria. Aunque todas las cadenas de fast food mundiales fueran destruidas, esto causaría solamente un daño mínimo al sistema tecno-industrial, dado que podría facilmente sobrevivir sin las cadenas de fast food. Cuando atacáis un McDonald’s o un Starbuck’s no estáis golpeando donde más daño se puede hacer.

Hace algunos meses he recibido una carta de un joven danés que estaba convencido de que el sistema tecno-industrial debía ser eliminado porque -palabras suyas- “¿qué podría ocurrir si se continúa avanzando como hasta ahora?”. Aparentemente,sin embargo, su forma de actividad “revolucionar-ía” consistía en hacer incursiones en los criaderos de animales de la industria peletera. Estas acciones, en la óptica de un debilitamiento del sistema tecno-industrial, son completamente inútiles. Aunque las acciones de liberación de los animales consiguiesen la eliminación definitiva de la industria peletera, esto no acarrearía ningún daño al sistema, dado que este último continuaría desarrollándose muy bien incluso sin las pieles.

Estoy de acuerdo en que tener animales salvajes enjaulados es intolerable, y que poner fin a tales prácticas es una noble causa. Pero existen otras nobles causas, como la prevención de los accidentes de tráfico, dar refugio a los sin techo, el reciclaje de los desechos, o ayudar a los ancianos a cruzar la calle. No obstante es bastante ridículo tenerlas por acciones revolucionarias, o pensar que pueden contribuir a debilitar el sistema.

La industria maderera es un problema secundario.

Por poner otro ejemplo, hoy día nadie todavía puede creer racionalmente que una auténtica y verdadera región salvaje puede sobrevivir mucho tiempo si continúa existiendo el sistema tecno-industrial. Muchos ecologistas radicales están convencidos de ello y esperan un colapso del sistema. No obstante, todo lo que hacen en la práctica es atacar la industria maderera.

Obviamente, no he de hacer ninguna objeción a sus ataques a tal indus-tria. De hecho, esta es una cuestión que me toca el corazón y me alegra cada vez que los radicales obtienen un éxito en el enfrentamiento con lo que repecta a la industria maderera. Además, por razones que no necesito explicar aquí, creo que la oposición a la industria de la madera debe ser un componente de los esfuerzos para derrocar el sistema.

Pero, por sí mismo, atacando a la industria de la madera no es un modo eficaz de luchar contra el sistema, ya que incluso en el improbable caso de que los radicales lograran detener todos las talas de todo el mundo, no destruiría el sistema. Ni siquiera salvaría de manera definitiva las re-giones salvajes. Tarde o temprano el clima político cambiaría y la tala se reanudaria. Incluso si no se reanudase, serían empleados otros métodos para destruir estas tierras salvajes, o -si no para dertruirlas- por lo menos para subyugarlas y domesticarlas. La explotación minera y las excavaciones para la ex-tracción de minerales, la lluvia ácida, el cambio climático y la extinción de especies destruyen las regiones salvajes; son subyugadas y domesticadas mediante los parques “naturales” o de re-creo,los estudios científicos y la gestión de los recursos, incluyendo entre otras cosas, el estudio a través del rastreo electrónico de los animales, la re-población de los cursos de agua con peces de cría y la siembra de árboles genéticamente modificados.

La tierra salvaje se pueden salvaguardar permanentemente sólo mediante la eliminación del sistema tecno-industrial, y éste no se puede eliminar atacando a la industria maderera. El sistema fácilmente podría sobrevivir la muerte de la industria de la madera, porque los productos de la madera, aunque muy útil para el sistema, si es necesario pueden ser reemplazados con otros materiales.

En consecuencia, cuando se ataca la industria maderera, no se está gol-peando al sistema donde más le duele. La industria maderera es solamente el “puño” (o uno de los puños) con el cual el sistema destruye las regiones salvajes, y, al igual que en una pelea a puñetazos, no se puede vencer golpeando el puño. Necesitamos esquivarlo y golpear los órganos más sensibles y vitales del sistema. Con medios legales, naturalmente, como las protestas pacíficas.

Por qué el sistema es fuerte

El sistema tecno-industrial es excepcionalmente fuerte gracias a su denominada estructura democrática y a su consiguiente flexibilidad. Dado que los sistemas dictatoriales tienden a ser rígidos, las tensiones sociales y la resistencia pueden crecer y aumentar en su interior hasta el punto de dañarlos y debilitarlos, y por consiguiente conducir a una revolución. Pero en un sistema “democrático”, cuando la tension social y la resistencia aumentan peligrosamente, el sistema retrocede y adopta los compromisos necesarios como para reconducir las tensiones hasta un nivel inocuo.

En el transcurso de los años 60, y por primera vez, la gente tomó con-ciencia de que la contaminación ambiental era un problema serio, sobre to-do porque la contaminación en el ambiente desde el punto de vista visual y olfativo, en las ciudades más grandes empezaba a ser físicamente fastidio-so para las personas. La protesta llegó a tal extremo que fue constituida una Agencia para la Protección Ambiental y fueron tomadas otras medidas para aliviar el problema. Naturalmente, todxs nosotrxs sabemos bien que los problemas de la contaminación están bien lejos de resolverse. Sin em-bargo, se ha hecho lo mínimo para que se redujeran y se aplacaran las la-mentaciones y las protestas públicas, y la presión ejercida sobre el sis-tema disminuyó y se redujo por un número determinado de años.

Por lo tanto, atacar al sistema es como golpear un pedazo de goma. Un mazazo puede hacer añicos el acero, dado que es rígido y quebradizo. Pero se puede golpear con un martillo un trozo de goma sin producirle ningún daño, dado que es flexible. Esto hace inicialmente disminuir la protesta, hasta hacerle perder su fuerza y su ímpetu. Por consiguiente el sistema rebota.

Así, con el fin de golpear al sistema donde más le duela, es necesario seleccionar las cuestiones sobre los que el sistema no retrocederá, y so-bre las cuales combatirá a ultranza. Para nosotrxs, lo realmente necesario no es un compromiso con el sistema, sino una lucha a vida o muerte.

Es inútil atacar al sistema remitiéndose a sus propios valores

Es absolutamente esencial atacar al sistema sin remitir sus propios va-lores tecnológicos, sino remitiéndose a los valores contrarios a los del sistema. Por tanto, cuando uno ataca al sistema usando sus valores, no lo golpeará donde más le pueda dañar, y permitirá al sistema desinflar la protesta mediante algunas concesiones y adaptaciones.

Por ejemplo, si se ataca la industria maderera principalmente en base al hecho de que los bosques son necesarios e indispensables para salva-guardar los recursos hídricos y las oportunidades recreativas, entonces el sistema puede ceder terreno para calmar la protesta sin comprometer sus propios valores: los recursos hídricos y el ocio son plenamente conformes a los valores del sistema, y si el sistema retrocede si limita a la tala de árboles en nombre de los recursos hídricos y del ocio, entonces sola-mente hace un retroceso táctico y no sufre una derrota estratégica para su escala de valores.

Si se hace presión en cuestiones de victimización y discriminación (tales como el racismo, el sexismo, la homofobia o la pobreza) no se están cambiando los valores del sistema y no se está ni siquiera forzando al sistema a retroceder o a iniciar compromisos. Lo que se está haciendo es ayudar de manera directa al sistema. Todos los más sabios y ponderados sostenedores del sistema reconocen que el racismo, el sexismo, la homofobia y la pobreza son dañinos para el sistema, y es por esto que el mismo sistema se empeña en combatir estas y otras formas similares de victimización y discriminación.

Los trabajadores explotados, con sus bajos salarios y sus pésimas condiciones de trabajo, rentan un buen beneficio a ciertas corporaciones, pero los sabios y ponderados sostenedores del sistema saben muy bien que el sistema funciona mejor cuando los trabajadores son tratados decentemente. Poniendo la atención sobre cuestiones de la explotación de los trabajado-res, se ayuda al sistema, no se le debilita.

Muchos radicales caen en la tentación de focalizarse sobre los problemas no esenciales como el racismo, el sexismo y la explotación de los trabajadores por que son cuestiones fáciles. Escogen un problema sobre el cual el sistema puede permitirse ofrecer un compromiso y sobre el cual pueden obtener el apoyo de personas como Ralph Nader, Winona La Duke, los sindicatos, y de todos los otros reformistas izquierdosos. Seguramente el sistema, presionado, retrocederá un poco, los activistas lo valorarán como un claro resultado a sus esfuerzos, y tendrán la gratificante ilusión de haber logrado algo. Pero en realidad no han hecho nada encaminado a la eliminación del sistema tecno-industrial.

La cuestión de la globalización no es completamente irrelevante para la tecnología. El conjunto de medios económicos y políticos definido como “globalización” promueve el crecimiento económico y, en consecuencia, el progreso tecnológico. Sin embargo, la globalización es una cuestión de importancia marginal y no es un buen objetivo para los revolucionarios. El sistema puede permitirse ceder terreno sobre la cuestión de la globalización. Sin renunciar del todo a la globalización, el sistema puede dar los pasos para mitigar las consecuencias ambientales y económicas negativas, para así desactivar la protesta. En caso de apuro, el sistema puede permitirse el abandonar completamente la globalización. El crecimiento económico y el progreso tecnológico continuarían todavía, solamente a un ritmo ligeramente menor. Cuando se combate la globalización no se están atacando los valores fundamentales del sistema. La oposición a la globalización está motivada en relación a la salvaguarda de los salarios “decentes” para los trabajadores y por la protección del medio ambiente, cuestiones que están, ambas, en total conformidad con los valores del sistema. (El sistema, por la propia supervivencia, no puede permitirse que la degradación medioambiental vaya demasiado lejos). Consecuentemente, combatiendo la globalización no se golpea al sistema donde realmente más le puede dañar. Tales esfuerzos pueden promover las reformas, pero son inútiles para el fin de destruir el sistema tecno-industrial.

Los radicales deben atacar al sistema en sus partes esenciales.

Para operar efectivamente en pro de la eliminación del sistema tecno-industrial, los revolucionarios deben atacar al sistema en aquellos puntos donde no se puede darse el lujo de ceder terreno.Deben atacar los órganos vitales del sistema. Por supuesto, cuando uso la palabra “atacar” no me refiero a los ataques físicos sino solamente a las formas legales de protesta y resistencia.




La versión publicada en el libro “THE ROAD TO REVOLUTION” de este texto (“HIT WHERE IT HURTS”) acaba aquí. Nosotrxs decidimos incluir el resto del texto original que en su día (hace unos años ya) tradujimos de la revista Terra Selvaggia. A partir de ahora la traducción está hecha a partir una traducción previa al italiano y no del inglés original, con lo que pido disculpas de antemano si hay alguna omisión o error en la traducción. (ndt)


Algunos ejemplos de órganos vitales del sistema son:

- La industria de la energía eléctrica. El sistema es totalmente dependiente de su propia red de energía eléctrica.

- La industria de las comunicaciones. Sin comunicaciones rápidas, tales como el teléfono, la radio, la televisión, el e-mail, etc., el sistema no podría sobrevivir.

- La industria informática. Sabemos bien que sin la informática el sistema se colapsaría rápidamente.

- La industria de la propaganda. Ésta incluye la industria del entretenimiento y del espectáculo, el sistema educativo, el periodismo, la publicidad, las relaciones públicas, y la mayor parte de la política y de la industria de la salud mental. El sistema no puede funcionar si la gente no es suficientemente dócil y alienada y no posee las actitudes que el sistema tiene necesidad que posean. La función de la industria de la propaganda es la de enseñar a la gente cómo comportarse y cómo pensar.

- La industria biotecnológica. El sistema no es todavía (hasta dónde sé) físicamente dependiente de la biotecnología avanzada. No obstante, el sistema no puede permitirse abandonar la cuestión biotecnológica, que le es de vital importancia, como trataré de mostrar en breve.

Insisto, cuando se atacan estos órganos vitales del sistema, es esencial no hacerlo desde los valores propios del sistema, sino en relación a valores que sean opuestos y contrarios a este. Por ejemplo, si se ataca a la industria de la energía eléctrica en base al hecho que contamina el medio ambiente, el sistema puede desactivar la protesta desarrollando medios e instrumentos para generar y producir electricidad más limpios y seguros. Cómo mucho, el sistema podría incluso pasar por completo a la energía solar y eólica. Esto favorecería mucho a la reducción de los daños medio ambientales, pero no acabaría con el sistema tecno-industrial. Tampoco representaría una derrota para los valores fundamentales del sistema. Para hacer algo contra el sistema es necesario atacar toda la producción de energía eléctrica como una cuestión de principio, basándose en el hecho de que la dependencia de la electricidad hace a la gente dependiente del sistema. Éste es un terreno absolutamente incompatible con los valores del sistema.

Toda la biotecnología debe ser atacada por cuestión de principios

Así pues, en vez de responder a una u otra consecuencia negativa de la biotecnología, se debe atacar toda la moderna biotecnología en el terreno y en el principio de que a) es un insulto a todo ser viviente; b) coloca un poder demasiado grande en manos del sistema; c) transformará radicalmente los valores humanos fundamentales que han existido durante miles de años; y otros argumentos similares que son contrarios y opuestos a los valores del sistema.

En respuesta a este género de ataque, el sistema deberá oponerse y combatir. No podrá nunca permitirse atenuar el ataque perdiendo demasiado terreno, porque la biotecnología es demasiado central y fundamental para el proyecto global del progreso tecnológico, y porque un retroceso del sistema no significaría solamente una retirada táctica, sino que encajaría una gran derrota estratégica respecto a su propio código de valores. Estos valores serían minados y se abriría la puerta para posteriores ataques políticos que demolerían los fundamentos del sistema.

Si bien, es verdad que la Cámara de los Diputados de los Estados Unidos ha votado recientemente una ley que prohíbe la clonación de los seres humanos, hay al menos algún miembro del congreso que incluso la ha provisto buenos motivos para aplicarla. Tales motivos eran conceptos en términos religiosos, pero más allá de lo que se pueda pensar en lo que respecta a los argumentos religiosos en cuestión, estos motivos no eran –y no son- tecnológicamente aceptables. Y esto es lo que cuenta.

Por consiguiente, el voto de los miembros del Congreso respecto a la clonación humana ha sido una auténtica derrota para el sistema. Pero ha sido solamente una derrota bastante pequeña, puesto que el decreto afecta a un campo muy limitado –que toca solamente una minúscula parte de la bio-tecnología- y porque la clonación de los seres humanos no será de todos modos, para un futuro próximo, de ninguna utilidad al sistema.

La biotecnología puede ser el mejor blanco para un ataque político.

Probablemente el blanco más prometedor para un ataque político está representado por la industria biotecnológica. Si bien las revoluciones son generalmente llevadas a cabo por minorías, es bastante útil que haya un cierto grado de apoyo, de simpatía, o el máximo consenso de parte de la mayoría de la población. Obtener ese tipo de apoyo o de consenso es uno de los objetivos de la acción política. Si el ataque político se concentra por ejemplo, en la industria de la energía eléctrica, será extremamente difícil conseguir y tener un cierto apoyo más allá de una minoría radical, dado que la mayor parte de la gente es reticente a cambiar su propia forma de vida, sobre todo cuando semejante cambio comporta molestia e incomodidad. Por esta razón, pocos serán aquellos que estarán firmemente decididos a abandonar la electricidad.

Pero las personas, actualmente, no se sienten todavía dependientes de la biotecnología avanzada como en cambio lo son frente a la electricidad. La eliminación de la biotecnología no cambiaría de manera radical sus vidas. Por contra, sería posible mostrar a la gente que el continuo desarrollo de la biotecnología transformaría su modo de vivir y aniquilaría los valores humanos tradicionales. Así que, en el combatir la biotecnología, los radicales podrían movilizar a su favor la natural resistencia humana al cambio.

Además, la biotecnología es una cuestión sobre la que el sistema no se puede permitir perder. Es una cuestión sobre la que el sistema deberá batirse hasta la muerte, y es exactamente eso lo que nos interesa. Sin embargo –está bien repetirlo- es esencial atacar la biotecnología no respecto a los valores propios del sistema, sino respecto a los valores que sean opuestos y contrarios a los suyos. Por ejemplo, si se ataca la biotecnología principalmente sobre la base que daña al medio ambiente, o que los alimentos genéticamente modificados son nocivos para la salud, el sistema entonces puede y podrá atenuar el ataque cediendo terreno o tomando compromisos, introduciendo, por ejemplo, mayores controles sobre la investigación genética y normas y tests más rigurosos sobre los cultivos genéticamente modificados. Entonces el ansia de la gente disminuirá y con ella la protesta.

Sin embargo, la acción de la Cámara de los Diputados indica que esto puede ser un punto en que el sistema es vulnerable, y que un ataque más amplio a toda la biotecnología podría infligir graves daños al sistema y a sus valores.

Los radicales no están todavía atacando la biotecnología de manera eficaz

Algunos radicales atacan la biotecnología, sea política como físicamente, pero –hasta donde sé- explican su oposición a la biotecnología en términos de los valores propios del sistema. De hecho, sus principales protestas y quejas se refieren al riesgo de la degradación medioambiental y de los daños a la salud. Además, no golpean a la industria biotecnológica donde más le puede doler.

Para usar nuevamente una analogía con el combate físico, supongamos que debamos defendernos de un calamar gigante. No se le puede abatir eficazmente golpeándo y cortándole las extremidades de los tentáculos. Es necesario golpearle en la cabeza. De lo que he leído respecto a sus acciones, los radicales que se baten contra la biotecnología no están haciendo más que golpear y cortar las extremidades de los tentáculos del calamar. Intentan persuadir a los agricultores comunes, individualmente, de no cultivar y utilizar semillas genéticamente modificadas. Pero hay muchos millares de factorías en América, por lo que convencer a los agricultores uno a uno es un modo extremadamente ineficaz de combatir la ingeniería genética. Sería mucho más útil persuadir a los investigadores científicos comprome-tidos con la biotecnología, o a los altos cargos ejecutivos de compañías tales como Monsanto, a abandonar la industria biotecnológica. Los buenos investigadores científicos son personas que tienen un intelecto especial y una basta preparación, por lo que son difíciles de sustituir. Lo mismo para los más importantes mánagers y altos cargos de las grandes compañías. Convencer solo un pequeño número de estas personas a abandonar la biotecnología provocaría un daño mayor a esta industria que lo que pueda hacer el persuadir a un millar de agricultores para que no cultiven con semillas genéticamente modificadas.

Golpead donde más pueda dañar

Es una cuestión abierta si efectivamente la biotecnología es verdaderamente la cuestión y el mejor punto donde atacar políticamente al sistema. Pero es, sin lugar a dudas, cierto que los radicales malgastan hoy en día muchas de sus energías en cuestiones que tienen poca o nula relevancia para la supervivencia del sistema tecnológico. Y también cuando se encaminan sobre cuestiones acertadas, no golpean donde más puede dañar. Por lo tanto, en lugar de correr detrás de las distintas cumbres del comercio mun-dial para desahogar su rabia contra la globalización, los radicales harían bien en gastar un poco más de tiempo en pensar y analizar cómo golpear al sistema donde realmente más le pueda dañar. Con medios legales, obviamente…

No hay comentarios:

Publicar un comentario