lunes, 4 de marzo de 2013

Destelladores precavidos

Si hacemos un repaso a los accidentes, algunos fatales, de los últimos años, da la
impresión, a falta de más información, que el error es casi siempre (el que le costó
la vida a Zoé sugiere más de una posibilidad) el mismo: el cierre accidental del
circuito electrónico. A continuación se detallan unos pocos y sencillos consejos
para evitarlo. Partimos del común ingenio formado por pila a detonante,
temporizador, bomba propiamente dicha y todo ello metido en algún tipo de bolsa o
mochila.

-Debe ir bien aislado todo lo susceptible de provocar una conducción involuntaria de
electricidad. Todos los elementos del artefacto han de estar bien sujetos y
presentados de manera tal que faciliten el siguiente paso, que es:

-Tras comprobar, en el lugar de definitivo emplazamiento, que no se ha producido un
cierre accidental del circuito, poner la pila. Una alternativa es llevar la pila ya
conectada, pero en tal caso se deben interponer al menos dos interruptores de
seguridad que se accionarán también una vez verificado que no se ha producido ningún
contacto fatal y con el artefacto en el objetivo a golpear. Si se considera un
riesgo invertir incluso los pocos segundos necesarios para esta maniobra, se puede
dar el accionamiento en un lugar lo más próximo posible y a reparo, y luego ir hacia
el objetivo, pero conste que no es lo ideal. Lo que en cualquier caso facilita que
podamos acabar muertos o mutilados es hacer todo un trayecto con el circuito a
merced de una única y nada descabellada conexión casual.

Al menos por estos pagos es cada vez más difícil hallar relojes mecánicos. Se nos
acabó el viejo, entrañable (y por lo general eficaz) despertador de cuerda y
similares. Así que cada vez más parece que se recurre a despertadores a pila con
manipulaciones externas o internas, digitales, o programadores de pared con reserva
de carga. A estos dos últimos se les presupone infalibilidad y además la ventaja de
que pueden proporcionar mucho más tiempo (o muchísimo, hasta semanas) desde la
colocación hasta su luminoso final. Ahora bien, junto a los despertadores a pila con
manipulación interna, tienen un inconveniente: no podemos saber a simple vista si se
ha producido la temida conexión accidental en el propio organismo interno del reloj,
o un error en la programación. Esto se puede subsanar con un pequeño circuito
paralelo acabado en dos o tres bombillas (según del tipo que sean) o en un téster
fiable. ¿Por qué más de una bombilla? Pues porque toda precaución es poca. No es tan
improbable la rotura de la resistencia de una bombilla durante el trayecto, de dos o
tres es más difícil. Esto mismo se debe tener en cuenta en los detonantes de
fabricación propia con base en resistencia de bombillitas.

Otros consejos:

Hacer siempre lo mismo es aburrido, ineficaz y peligroso, muy peligroso, si te
pillan con las manos en la masa.

Almacenar explosivos ya fabricados tampoco es lo ideal, ni para la salud ni para una
posible defensa legal si te pinzan. Si por vete a saber qué motivos se rompe con
esta norma, el mal menor (es un decir) consiste en almacenar sólo el componente más
precioso en caso de que el explosivo sea de factura propia; por lo general el
oxidante, por lo general un nitrato o clorato.

Si somos nosotros los fabricantes, además de respetar las normas de seguridad de
mera lógica, hacerlo en pequeñas cantidades, poco a poco, nada de mezclas abundantes
de una sola vez que nos resultarán fatales en caso de accidente.

Comprobar siempre los componentes electrónicos y químicos y ensayar los circuitos.

Que reviente lo que tiene que reventar



tita Clora y sus cautos sobrinitos
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