miércoles, 1 de agosto de 2012

Torquemada sin potro

Hace bien poquito nos confirmaron lo que llevábamos tiempo oliéndonos: que los capítulos de ¨selenitas menguantes, licántropos crecientes¨ (Ediciones Amanuenses, Península ibérica, otoño 2005), a pesar de sus corta y pega de otros sumarios, a pesar de algún guiño fugaz a los años 70 y 80, a pesar de etcétera, no son básicamente más que aspectos de un mismo caso de aplicación de legislación ¨antiterrorista¨. En el estado español. Se habla de los mecanismos por los que podemos acabar fichados aunque no haya presunto delito ni detención, de las reacciones del entorno del detenido, etc. Sin embargo aquí vamos a reproducir el último capítulo. Es el que menos disfrazado está, la primera persona nos acerca más a la situación desde dentro y trata la cuestión de la tortura y el maltrato policial con un cierto pragmatismo no demasiado habitual por estos lares y útil a la lucha. Lo mantenemos tal cual salió.

RECUERDOS RELOCOS


Torquemada sin potro

X.

Me acababan de traer la cena, como siempre sólo tomé la botellita de agua y el par de tostadas, lo otro se quedó sin tocar. ¨Siempre¨ fue el desayuno y la comida del mediodía, aún no había perdido la noción del tiempo, pasaban casi 24 horas desde la detención. La primera noche la pasé entera en un despacho. Como no me sacaron nada avisaron al Psicopata, o vino él por su cuenta, no lo sé. Ahora te explico lo de este fantoche. Bueno, unas amenazas bastante pueriles más una que sí me pareció realista y orden de que hiciese flexiones. Ahí me disparé, puro instinto. La humillación había de tener un límite, intuía que si accedía a las flexiones me tendrían luego más ablandado, y que si flexiones a saber luego qué más. Me negué. Me esperaba una sarta de hostias, pero en vez de eso me pilló de la nuca y que me quedara inmóvil con la frente apoyada en un armario metálico. Eso sí lo obedecí. Se fue. Al cabo de poco agobio y sensación de que se te abre un boquete donde apoyas. Pero bueno, seguro que ni comparación con las flexiones.

 

Un inciso. Cuando el registro hasta estuve gallito por fuera -el acojone interior imagínatelo-, pero a medida que nos acercábamos a la jefatura me fui concentrando en la que me podía caer. Me hice a la idea de lo peor, de tener que resistir lo peor. Esta actitud me funcionó.


¿Por dónde íbamos? Ah, eso, en el armario. Pasado no sé cuánto rato así y creo que sin ¨visitas¨, el que guiaba mi interrogatorio -le puse ¨Molengâo¨- llamó a uno del pasillo para llevarme a las celdas blancas. Dio la orden delante de mí, pero se cuidó mucho de llevarme él. Luego sólo fue apareciendo con las comidas, y con las comidas unos minutos en que me podía sentar, el resto del tiempo ya desde la llegada a jefatura, sección contrainsurgencia, siempre de pie e inmóvil. Vamos, el poli bueno, que le relacionase con descanso, era el único al que pedí si podía mear, me concedía.

Además de Molengâo formaban parte de la jauría, así que recuerde, Neanderthal, Chinelos, Malandra, Gostoçâo, o Menino das Malas, Palitos, Vitela, Sinaleiro, o Cunhado -porque parecía hacer par con Molengâo-, Madeixa do Chinó, Cachimba y Cachimbo... Así exóticos Psicopata y Bulldoxe. El tal Psicopata no era un psicópata de verdad, se lo puse porque era a lo que jugaba, muy peliculero y un auténtico hijo de su perra madre, claro que allí no había perro que no lo fuese. Seguro que había aprobado toda la teórica de interrogatorios -¿les examinan de eso, viene en los libros de texto oficiales?-. Bueno, seguro que había empollado, en la academia o por su cuenta. Por ejemplo eso de halagar a la víctima por algo absurdo, para ayudar a descolocarla, es de manual. A mí que le gustaron mis pantalones, que tenía buen gusto. Mírame... No sé, pa mí que de cachorro era un acomplejao y decidió dedicarse a algo en lo que nadie se riera de él, poder humillar a gente que no pudiese defenderse... ¿qué mejor que venderse como matón a los señores de la hacienda? Aunque a primera impresión acojonase ya digo que tenía mucho de peliculero... cada vez que abría la boca se ponía en evidencia. Es lo bueno de la prepotencia de estos señores, que, en caso de tener inteligencia, se les atrofia.

En cuanto a Bulldoxe sólo estaba ahí para desgastar. Repugnante a la vista y no veas cómo le jiedía el aliento, te llenaba la cara de babas cada vez que te ladraba a la oreja, que de hecho era su única función. Pensaba al principio que asumía un papel, pero ahora no sé, igual sí que es realmente un fronterizo mental que tienen ahí para azuzarlo a los cazados.


Me he vuelto a liar, perdón. Estaba aún sentado después de que se hubiesen llevado la cena. En la celda sólo unas sillas, luz artificial todo el tiempo, paredes blancas. Estaba ya hecho algo mierdecilla. De cara al rincón, ahí, las ¨visitas¨, los ladridos, el tiempo, inmóvil, si no recuerdo mal ya había empezado a ver ¨las caravanas¨, y si no faltaba poco. En la pared como frescos de Miguel Ángel o El Bosco que no paraban quietos, todo el granulado ondulando, me entretenía en ver las evoluciones de las paradas, era una manera de evadirse, buscaba las figuras. No creo que fuera ninguna droga, no en mi caso, más bien agotamiento. En mi caso, insisto. También había empezado a tambalearme, aún poco, pero ya... y supongo que tenía los ojos de un brillo neón tomate.

Eso, sentado cara a la puerta, que se abre relámpago y dos tiparracos. Uno se parecía, o era, el Menino das Malas, que estuvo en el registro. Al otro casi ni le vi el jeto, se me puso atrás, apoyando la zarpa en el respaldo de la silla. Todo esto en un abrir y cerrar de ojos.

El posible das Malas que no fuese imbécil, que de allí podía salir bien parado si me lo proponía, que dependía de mí, que no fuese gilipollas y algo como ¨mira esto¨. Fotos. Un taco bastante grueso, la primera en blanco y negro, tipo documento de identidad ampliada, lo conocía y sabían que lo conocía. Ni siquiera tuve fuerzas para decir que no las iba a mirar, me limité a hacer ¨no¨ con la cabeza, apartando la vista abajo, daba por sentado que el de atrás iba a endiñarme una de collejas... Pero no. La cosa quedó en un ¨eres gilipollas¨ y una salida tan alucinante en velocidad como la entrada. El del pasillo que me levantase y al rincón. Luego vino una vengancita al llevarme a tocar el piano, nada grave aunque al principio me acojoné vivo.

En el talego, haciendo repaso mental, me dio por reírme de la escenita que se montaron con las fotos. Esperar a que estuviese agotado supongo que es normal en nuestros casos, pero me hizo gracia pensar en la escenita en sí. ¿Cómo fue la cosa, fueron andando por los pasillos así a todo gas, a lo Groucho Marx y así entraron, o fueron andando normal y antes de abrir la puerta se pusieron a cuchichear para repartirse los papeles, la colocación en el escenario, me intentaron calar por la mirilla, esa entrada huracanada con portazo para impresionar?

 

Cuando vino Molengâo con el desayuno comprendí que había perdido la noción del tiempo. No sabía qué tocaba, si comida o cena, pero no concebía el desayuno, también se me pasó por la cabeza que lo hubiesen tramado para alelarme más si cabe, pero no. Habían pasado dos noches y un día, no podía mantenerme erguido, los ojos doloridos y llorosos, imposible estarme quieto sin tambalearme y para colmo balbuciendo que cómo desayuno, ¿no tocaba?... Ante semejante estampa Molengâo no pudo evitar una sonrisa. Un detalle chorra, pero en esa sonrisa la esencia de su oficio de así de valientes. Luego aún hay quien se extraña de que sean objetivo o que celebremos lo que te dije. Iba con el Bulldoxe, que llevaba unos papeles. Aquí empecé a pensarme lo de declarar.

Calculo que a eso del mediodía les dije que vale, que me iba a comer lo del yate del cabrón aquel pero en solitario y nada de LxL.


K: ¿Por qué esa acción precisamente?

Fue una gran cagada, pero el agotamiento había hecho mella. Desde que me llevaron allí y ya en el registro salieron los núcleos litorales de LxL. No sé porqué, bueno, luego fui viendo, me querían hacer pasar por miembro o al menos colaborador de esos núcleos, no eran las ¨chorradillas¨ de los barrios, que luego resultaron no tan chorradillas, por cierto. Bueno, yo sabía que no tenían nada objetivo que me pudiese vincular a LxL pero, sobre todo gracias a Gostoçâo -que pa mí que fue uno de los guionistas-, llegué a creer que me meterían cosas de los núcleos litorales sin pruebas. Imbécil de mí pensé que si me comía lo del yate no se le pasaría por la cabeza al juez algo mucho más gordo como LxL.

 

Ya, pero por qué el yate...

¡Ah, sí! Vale. El yate en concreto porque sabía que no había sido reivindicada, no era movida... con lo que lo organizativo... no había firma. Luego la técnica, en prensa hablaron simplemente de fuego, nada tecnológicamente elaborado como sería tipo temporizadores, fabricación de explosivos y así. Además sin peligro de heridos y qué carajo, el objetivo me pareció simpático cuando lo leí en prensa. Lo jodido es que ante el juez tenía que haberme retractado y explicar en qué condiciones de maltrato habían obtenido la declaración, y no lo hice, puta mierda.

Además incluso tuve que regatear para quedarme sólo con el chamusque del yate, el Molengâo llegó a decir que me saldría más a cuenta comerme tres o cuatro movidas en vez de una, y en la declaración probó a colarme metralla, el detalle de si iba encapuchado o a cara descubierta y cosas por el estilo para presentarlo lo más grave posible. Algo sí que se me escapó en aquel momento, pero según qué era obvio, vale que estaba agotado, hecho mierda, pero no lobotomizado o, para el caso, lobo tamizado. La gran cagada fue comerme algo y luego además no retractarme.


¿Cuándo te enteraste del resto?

Bueno, la primera noche en el despacho ya supe que había alguien hablando, imaginé quién podía ser, y acerté a medias. Todo empezó con un chotas, Magrelo, que yo ni siquiera conocía. El tal Magrelo firmó lo que querían que firmara y hasta puso algo por su cuenta, rellenó con imaginación algún hueco que les había quedado en el guión. A partir de ahí la redada, éramos nueve tíos, todo tíos. Entre los cuales Bolinha, que a su vez se puso a cantar el repertorio entero con bises y evoluciones y todo. Éste es el que me imaginaba, y suerte que tenía fallos de memoria, el tal Bolinha, pero también por desgracia demasiada fantasía, demasiado canguelo y padecía de superficialidad extrema y de extremismo superficial.

En la punta contraria un tal Lobishome, que hasta entonces sólo conocía de oídas. A éste -ole sus!- no le arrancaron nada de nada, ni una autoinculpación. Luego yo, que todo y cagadas al menos no metí a nadie más. Y lo que queda en medio, esto sí que me jodió. Los seis que quedaban entre una punta y otra, aparte de comerse marrones, en solitario o acompañados, habían inculpado a otros, coimputados en el guión o que no entraban en él, por movidas supuestamente ¨menores¨. De estos seis, a cuatro se los llevaron a calabozos con catre la primera noche, lo que significa que aguantaron escasas horitas, porque los calabozos eran el premio por hablar. Los dos que quedan no llegaron a la segunda noche.

Antes de vivirlo me escamaban según qué cosas cuando se hablaba de otros casos. Esa insistencia en la tortura... ¿cómo es que no se mencionaba a gente que no había hablado?, ¿por qué esos pactos de silencio?, ¿por qué no charlas en las que se explicase lo mejor posible el funcionamiento de un interrogatorio, cagadas y aciertos?

Conste que no quiero personalizar en estos seis que inculparon a otros y que duraron no demasiado que digamos. El problema es colectivo. Está claro que en Occidente no nos queda apenas capacidad de sufrimiento, entendida como que seamos capaces de resistir en nuestra propia piel según qué.

 

Yo lo veo así: Hay que ser lo más realista posible a la hora de tratar el maltrato y la tortura cuando la hay, cuando de verdad se la puede llamar así. Es verdad que la detención es traumatizante, con todos esos energúmenos, tan chulitos, tan matones, tan PERROS, dímelo a mí; es cierto que hay maltrato, dímelo a mí... Y cierto que hay tortura, como sí la sufrió gente que conozco. Pero digámoslo todo, todo, que aquí hay que discriminar.

Si en una asamblea al uso preguntásemos a los presentes, uno por uno, qué piensan de los interrogatorios, seguro que la mayoría vería normal, comprensible, la delación, que se reconozcan fotos... Y esto por el imaginario colectivo que se ha creado, por no ser realistas. Yendo como se va, por cierto, se está haciendo un favor a la pasma, a sus gestores políticos y los amos de todos ellos, contra lo que piensan tantos lumbreras promotores del victimismo.

Para intentar explicar a la gente ¨normal¨ lo que de verdad es la pasma basta con la verdad, que no es ninguna chorrada. Agarrarse a una consigna que ni siquiera pueden razonar con detalle los que se agarran acaba provocando desconfianza y no sólo por el lavado cerebral de los media.



Cómo funcionan por lo general los interrogatorios cuando es un tipo de podenco u otro, las diferencias entre jaurías, cómo reaccionan según delito -imagínate si estás acusado de barrerles alguno de sus colegas...-, según material que te pillan, si te pinzan en caliente o en frío, la personalidad del detenido. Cosas así, no tanta ¨TORTURA¨ como absolución, como lema a corear sin pararse a pensar. No tanta ¨TORTURA¨ automática en la boca, que es un insulto a quienes, compañeros o no, han padecido, padecen y padecerán TORTURA de verdad.

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