El Bombero interior
Hablar de la necesidad de una revolución es cuanto menos una obviedad. La situación actual es económica y socialmente insostenible. La desfachatez y chulería chabacana de quienes nos gobiernan ha perdido la vergüenza y sale a diario en los media sin ningún tipo de complejo o disimulo. La miseria se expande como mancha de aceite y el hundimiento económico se ceba con los más débiles y con los hasta ahora no tan débiles. En fin nada que no se sepa echando una ojeada a los informativos, los diarios, internet o escuchando la radio.
Hasta ahora la respuesta ha sido desigual dependiendo del alcance de la tragedia así como de la falta de remilgos a la hora de la protesta de las diferentes sensibilidades histórico-culturales afectadas. En Grecia vimos grandes enfrentamientos, en Francia en el 2010 cuando empezaron los recortes el fuego y la violencia tomaron las calles, en Londres el malestar desembocó en una insurrección a causa de un asesinato policial. En la península parece que queremos ser paradigma de civismo y, altercados puntuales a parte, parece que la cacerolada se ha convertido en el paradigma de la protesta. Revuelve las tripas el discurso cívico ciudadanista de la purria progre que se cree en el deber de dirigir cualquier conato de protesta, purria progre con trabajos liberales, sueldos altos, y posiciones influyentes en los círculos intelectuales de izquierda. Pero de esta mierda de gente no se puede esperar nada más. Lo que es triste es que cierta parte del movimiento antaño combativo haya interiorizado todos estos complejos y maquillándolos de alternativismo los hayan hecho suyos, así pues la repetición del eslogan, la contención en la acción y la búsqueda de alternativas posibilistas y realizables se han convertido en el camino de baldosas doradas que no hay que abandonar. Se ha interiorizado el bombero de la revuelta hasta el punto de no ser capaces de apartarlo de las tácticas y estrategias de lucha por el cambio social. Y hasta aquí hemos llegado, con batukadas, caceroladas y llamamientos a la calma seguimos de cabeza a la esclavitud institucionalizada.
Tras las grandes manifestaciones las cuales rezumaban optimismo y esperanza, estamos en un momento de inacción peligroso, estamos ahogando la protesta. La sensación de derrota se expande cuando tras conseguir movilizar pacíficamente a millones de personas nada cambia, todo sigue igual, la desfachatez avanza con paso firme y la miseria estrecha su lazo en nuestros cuellos.
La lucha es pasión, el movimiento cuando pretende encauzarla y controlarla la llena de rutina, y todo el mundo sabe que el principal enemigo de la pasión es la rutina. Ya no hay que domesticar la rabia, no hay tiempo para supeditarla a un objetivo o ideal superior, hay que desatarla, echarle gasolina y lanzarla contra aquellos que llevan siglos oprimiéndonos, asesinándonos, violándonos... No se puede llamar a la calma, no se puede dar la espalda a la acción violenta de compañerxs, es hora de hacer apología del enfrentamiento, es hora de dejarse de tapujos, complejos, miedos, prudencias, es hora de la lucha de verdad, es hora de dejarse de debates de salón entre egos pagados de sí mismos, es hora de llamar a las cosas por su nombre, es hora de ATACAR sin remordimientos, ¡¡¡es que acaso no veis que nos llevan al campo de exterminio!!!.
Convirtamos al Bombero en Pirómano.
Que la llama de la revolución ilumine el camino.
Quememos la tierra bajo los pies del opresor
VIVA LA ANARQUÍA
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