lunes, 23 de julio de 2012

CUANDO LA TRADUCCIÓN DAÑA


 Cuando la traducción daña


Como al parecer el adagio es ineludible más vale toparse con él de entrada:
"traduttore traditore". Como tal sentencia, cruda, sin matices. Sin embargo
 sabemos que hay traducciones excelentes pese a esa "traición". Aspirar a la
 excelencia no está descartado (otra cosa es conseguirla), pero por el camino
 sí tenemos más a mano lograr buenas traducciones, esto es, que como mínimo
 sean respetuosas. A continuación se enumeran los errores más comunes que
 solemos cometer. Es una sarta de obviedades, pero viendo lo que se ve por
 ahí no está de más recordarlas. Algunos de los puntos se entrelazan entre
 ellos o se subsiguen, téngase esto en cuenta.


 Inconsciencia
 Por algún motivo, por ejemplo ascendencia familiar, un contacto más o menos
 continuado con la lengua de la que traducimos, que ésta nos parezca fácil,
 que sea latina, etc. nos vemos capaces de interpretarla así, a pecho
 descubierto, sin diccionarios ni hostias, o echándoles un vistazo y de
 reojo, que para suplir carencias ya está la imaginación. Y así pasa lo que
 pasa, que en el mejor de los casos los fallos son pocos pero a veces
 ridículos o, en el peor, que el texto acaba todo él en esperpento.


 Prisas
 La urgencia por difundir da por automáticamente bueno cualquier traspaso de
 idioma, sin ni siquiera pararse a comprobar o, aun siendo conscientes de las
 deficiencias, no corrigiéndolas. La solución es bien sencilla, en vez de
 malograr el mensaje original por ir apurados podemos recurrir a hacer un
 resumen, o a traducir bien algún párrafo o frases llamativas y luego, con el
 tiempo que sea necesario, presentar el escrito entero de forma respetuosa.
 Perdonad esta insistencia en el respeto, pero es que es esencial.


 Tomarse demasiadas confianzas
 Esto está bastante extendido entre quienes traducimos al español ibérico.
 Ahí están esos pases de una redacción digamos que estándar en el original a
 argot porque sí, porque somos así de chulas y chulos. El policía pasa a
 pasma, la pistola a pipa, etc. Luego, si además el/la/s compañer@s ha/n
 cometido el craso error de, por los motivos que sea, no especificar
 masculin@ y femenin@ en su texto, ahí estamos nosotr@s para llevarl@/s por
 el buen camino, al menos en castellano. Pero la cosa no queda en lo
 supuestamente políticamente correcto, es que además están las filias y
 fobias personales del propio traductor, convertido en coautor minador.


 Inseguridad
 Se nota cuando en la traslación se ha conservado intacta una cantidad de
 palabras o expresiones de la lengua original. Casi siempre síntoma de no
 conocer lo suficiente el propio idioma al que traducimos. Uno de los
 placeres de traducir es precisamente ése: profundizar en el conocimiento de
 la lengua a la que pasas el texto (habitualmente la materna), no sólo en la
 del original. Para rematar la manía de dejar tanto sin tocar ahí están esos
 tremendos pies de página para explicar qué matices no encontramos,
 minitratados sobre idiosincrasias culturales (y además no siempre
 acertados)... en fin, nada que facilite una lectura fluida.


 Malos pertrechos
 Cuando ha salido el tema más de uno/a coincidimos en que un buen equipo para
 afrontar una traducción consiste en diccionarios de definiciones de la
 lengua original, otros de la lengua a que se traduce, de equivalencias
 idiomáticas, de sinónimos, en su caso compedio de conjugaciones verbales,
 enciclopedias en ambos idiomas. Que sea buen material es lo importante, que
 venga en papel o en pantalla será cosa de generaciones, costumbres,
 posibilidades, pero que sea de calidad. De todas formas aunque los
 diccionarios sean básicos no deben matar el margen imprescindible de
 flexibilidad. A modo de divertimento va un post scríptum con ejemplos de la
 falibilidad de los señores y señoras académicos de la RAE.


 Para acabar volvemos a la cuestión del respeto. Si no lo tenemos convertimos
 la voz oída en una cacofonía. En una discusión pueden darse adhesiones o
 reproches a cosas que ni se han dicho, que son mera indolencia del
 intermediario. Esto vale para todo, hasta para nimiedades, pero se hace
 especialmente grave en los aportes a la lucha. Resulta descorazonador ver la
 facilidad con que se tergiversa lo expresado por unas compañeras y unos
 compañeros que, acuerdos y desacuerdos al margen, se la juegan o están
 pagando en clandestinidad, el cementerio o la cárcel su opción de vida
 revuelta y revolucionaria. A más inri, si nada lo remedia, esa mala
 interpretación de sus palabras puede quedar como referente válido durante
 decenios.
 Edu Za


 Ausencias. En la vigésima segunda edición del diccionario de la Real
 Academia Española pueden ahorrarse buscar estas entradas:
 -brigadista
 -cheddite, tanto en italiano como en francés, y probablemente en otras
 lenguas, el Larousse da como equivalencia en español chedita, pero para la
 RAE ni "chedita" ni cedita, gedita, jedita, kadita, kedita, xedita, y
 quedito sí pero quedita no.
 -cloratita, en algunos ambientes familiares también conocida como tita
 Clora. Que haya sido uno de los explosivos artesanales más usados en las
 últimas décadas en el Estado español no es por lo visto mérito suficiente
 para el señor o señora Ce Minúscula.
 -migala. Se podría pensar que siendo el bichillo conocido por el Imperio
 desde hace más de 500 años y por los autóctonos americanos desde un
 tiempecillo atrás, tendría ganada su presencia en el diccionario. Pues no, o
 puede que quien lleve el timón de la "m" padezca aracnofobia, o
 cortázarfobia ("Historia con migalas"), o arreolafobia ("La migala"), o dalifobia (el pintor decía a menudo "nadie como migala").
 -némesis
 -tampoco están moloc (o moloch) ni kraken, pero para esto quizá sí tengan
 coartada, o no.
 -y por último los GRAPO, que sí figuran pero... Es cierto que los últimos
 años de la organización no han sido precisamente su mejor época, pero eso no
 es motivo para pasarlos al singular y cambiarles la "R" de "Resistencia" a
 "Revolucionario".



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